miércoles, 4 de noviembre de 2015

AMOR DE MADRE,


I

           Antes de que el poeta alce su canto
a un santo amor a quien le debe tanto,
dejad que el hijo, que lo santo siente,
comience haciendo, con respeto santo,
la señal de la cruz sobre su frente.
Siempre la sello con el signo eterno
cuando al borde mi inclino
del mar inmenso del amor divino
o del torrente del amor materno.
La cuerda del laúd, ruda y bravía,
que los canta con mísera armonía,
debiera ser al llamamiento muda,
porque la mano que la pulsa es mía,
porque la cuerda que responde es ruda,
y el salmo santo de las cosas santas
debe bajar de alturas celestiales
con letra de seráficas gargantas
y acentos de laúdes edeniales.
Por eso, cuando canto,
con pálido decir y acento obscuro,
el amor de aquel Dios, tres veces santo,
o el de aquella mujer tres veces puro...
cuando hallar he creído
con mi canción el amoroso emblema
y la recito de esperanza henchido,
me desgarran el alma y el oído
las míseras estrofas del poema;
rompo el laúd, que acompañó mi canto,
y digo con la voz de la amargura:
¡Señor a quien soñé: Tú eres más santo!
¡Mujer de quien nací: Tú eres más pura!

JOSÉ Mª GABRIEL Y GALÁN.

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