sábado, 8 de agosto de 2015

EL PODER DE LA MENTE SUBCONSCIENTE.



  Muy pocos saben aprovechar el asombroso potencial de la mente subconsciente. A continuación detallo algunas de las proezas de las que es capaz. Se incluyen ejemplos de algunas llevadas a cabo por personas con mentes y cuerpo normales. Si esas personas corrientes, con mentes subconscientes corrientes, son capaces de tales hazañas, eso significa que tú y yo también lo somos. Pero para ello debemos recurrir a nuestra mente subconsciente, no a nuestra mente consciente. Esta última no puede ayudarnos a realizarlas, pero es ella la que debe incitar a la subconsciente a que lo haga.
Los logros que aquí expongo se consiguieron sin medicamentos ni plegarias. Todos hemos oído hablar de curaciones milagrosas, remisiones espontáneas del cáncer y otras enfermedades, atribuidas a los rezos o a la visita a un lugar sagrado, como Lourdes. Existen casos documentados. Pero el poder de la oración es otro tema, que se tratará al final de estas lecciones.
Empezaré hablando de los hipnotizadores. Muchos de vosotros habréis tenido la oportunidad de ver actuar a algún hipnotizador. Básicamente lo que hacen es sugestionar a un sujeto sirviéndose de la mente subconsciente de este. Algo muy sencillo, que visto desde nuestra mente consciente parece extraordinario.
Presencié cómo un hipnotizador le hacía creer a un hombre que acababa de llegar de otro planeta. Cuando le pidió que lo describiera, lo hizo con todo lujo de detalles. En estado normal, seguramente hubiera sido incapaz de describir algo tan vívida y espontáneamente delante de todo ese público, pero su mente subconsciente demostró tener una imaginación desbordante.
Los sujetos hipnotizados pueden exhibir una fuerza increíble. Tengo una fotografía que fue publicada hace muchos años en un periódico nacional, donde aparece Johnny Carson suspendido entre dos sillas. Krekin, un reconocido mentalista (al que no le gusta que le llamen hipnotizador) grabó en la mente subconsciente de Carson la sugestión de que era extraordinariamente fuerte y que podía mantener su cuerpo rígido. Le hizo poner la cabeza en una silla y los pies en otra. Carson permaneció rígido incluso cuando alguien se le sentó en el estómago. Si su mente subconsciente no hubiera aceptado la sugestión, no habría conseguido tal hazaña. Por cierto, no intentes hacerlo. Podrías sufrir una distensión muscular.
Una sugestión sembrada en la mente subconsciente de un sujeto puede cambiar su personalidad y hacerle realizar cosas que no haría bajo circunstancias normales. Fui testigo de cómo una mujer corriente se pavoneaba por el escenario actuando como si acabara de ganar el concurso de Miss América, un hombre perseguía a una escoba como si esta fuera una despampanante estrella de cine, y otra se abalanzaba-tuvo que ser retenido- sobre un tipo más grande que él, aun a sabiendas de que era un musculoso luchador profesional, porque había golpeado a un perro imaginario.
Se puede hacer que un sujeto hipnotizado padezca amnesia. En un programa de la televisión pública estadounidense se hipnotizó a una mujer que se le pidió que olvidara el número siete. Después, cuando salió del estado hipnótico, la llevaron a un escenario donde simularon un concurso. El presentador le dijo que ganaría un millón de dólares si contestaba a una sencilla pregunta: ¨¿Cuánto son cuatro más tres?¨. Fue incapaz de contestar. Le dieron dos oportunidades más con dos preguntas simples cuya respuesta era el número siete. En ningún caso pudo recordar el número. Entonces le pidieron que contara los dedos de sus manos. Contó uno, dos, tres, cuatro, cinco seis, ocho, nueve, diez y once. No pudo decir el siete. Se sintió además, confundida por el hecho de tener once dedos.
Algunos doctores, dentistas, psicólogos... utilizan la hipnosis con fines terapéuticos. Como paliativo para el dolor crónico, como sustituto de sedación o anestesia, en los partos y para la eliminación de fobias. Hace poco leí que incluso se usa la hipnosis en pacientes con quemaduras graves.
En otro programa del mencionado canal televisivo, un hipnotizador, en solo unos minutos, curó a una mujer de su fobia a las serpientes. Sostuvo sin miedo a una boa constrictor y la dejó enroscarse alrededor de sus hombros. El hipnotizador curó también a un espectador que tenía terror a las arañas. El hombre permitió que una tarántula le trepara por los brazos.
El doctor James Esdaile, un cirujano escocés del siglo XIX, se ayudaba de la hipnosis en sus operaciones antes de que existiera la anestesia. Su índice de éxitos era diez veces mayor que el de sus colegas. Los pacientes hipnotizados sentían menos dolor y ansiedad, de manera que su sistema inmunitario se fortalecía y hacía frente a las infecciones. El doctor Esdaile grababa también sugestiones en la mente subconsciente de sus pacientes para acelerar su curación. A mediados del siglo XIX, el índice de mortalidad en las intervenciones quirúrgicas era del cincuenta por ciento. En las ciento setenta y una operaciones en las que se valió de la hipnosis, ese índice fue solo de un cinco por ciento.

Conocí a un chico que se avergonzaba de las gafas tan gruesas que debía usar. Leyó los libros de la autora Margaret Darst Corbett sobre la teoría del oftalmólogo William H. Bates. El doctor Bates creía que los problemas de visión eran una epidemia en nuestra sociedad, debida al estrés causado por nuestra cultura frenética. Este estrés tensa los músculos de los ojos, ocasionando una distorsión en el globo ocular. La distorsión del globo ocular afecta al enfoque y causa una visión borrosa. El doctor Bates cita ejemplos de culturas aborígenes, libres de estrés, en los cuales no existen los problemas de visión, ni siquiera a edades avanzadas.

Su método consiste en una serie de ejercicios diseñados para relajar los músculos de las cuencas, de modo que los globos oculares vuelvan a su forma original y las gafas dejen de ser necesarias. El hecho de eliminar la necesidad de usar gafas no fue bien recibido por los ópticos y oftalmólogos. El método tampoco fue muy popular debido a que los ejercicios eran tediosos, requerían dedicación y los resultados eran inciertos.

El chico usó la mente subconsciente (el método se incluye en la lección octava) para relajar los músculos de los ojos. En unas pocas semanas podía leer sin gafas.

Algunas mujeres experimentan lo que se denomina embarazo psicológico (pseudociesis) y su mente subconsciente hace que se manifiesten algunos de los síntomas asociados a la gestación:

  • Cese de la menstruación.
  • Aumento de los pechos.
  • Antojos.
  • Abultamiento progresivo del abdomen.
  • Dolores de parto.

Algunos ejemplos impresionantes del poder de la mente subconsciente en pacientes con trastorno de identidad disociativo han sido documentados en importantes revistas médicas. El trastorno de identidad disociativo (o trastorno de personalidad múltiple) sobreviene cuando, a consecuencia de un grave trauma psicológico, el paciente alterna distintas personalidades. Se han descrito casos en los que:

  • Una personalidad tiene asma mientras que otra personalidad no. Por cierto, en algunos de estos casos (como el que documentó Carl Jung) el médico descubrió que la enfermedad era causada por una experiencia traumática relacionada con la respiración. Es decir, que la mente subconsciente es capaz de ocasionar el asma. De modo que también podríamos suponer que es capaz de eliminarlo.
  • Una personalidad tiene un alto coeficiente intelectual, mientras otra lo tiene bajo. Esto no es muy sorprendente, puesto que es fácil para la mente subconsciente hacer que uno actúe como un estúpido.
  • Una personalidad está ebria, pero cuando el paciente cambia de personalidad, está sobrio. Esto es impresionante porque, al parecer, la mente subconsciente debe alterar la química del cerebro.
  • Una personalidad es diestra, mientras que otra es zurda.
  • Una personalidad tiene un color de ojos distinto del de otra personalidad. Conocí a un hombre que era capaz de cambiar el color de sus ojos del marrón al azul. Le costaba unas cuantas semanas poder hacerlo. Pero alguien con una personalidad múltiple lo hace en minutos.
  • Una personalidad tiene cicatrices, quistes o tumores, mientras que la otra no. Esto es factible, puesto que se han registrado casos de hipnotizadores que son capaces de hacer que a una persona le salgan ampollas, para luego hacerlas desaparecer igual de rápido. El hipnotizador toca al sujeto con un objeto, como por ejemplo un lápiz, indicándole que se trata de un hierro candente, e inmediatamente empiezan a formársele ampollas. Después le dice que su piel es normal, y las ampollas desaparecen.
  • Al cambiar de personalidad el paciente sana de inmediato. Un paciente con trastorno de personalidad múltiple que era alérgico al veneno de avispa recibió una picadura cerca del ojo. Esa área se le hinchó tanto que tuvo que ser llevado de urgencias al hospital. De camino al hospital, cambió de personalidad y la hinchazón desapareció.

El siguiente experimento muestra el efecto que nuestras actitudes y creencias tienen sobre nuestro cuerpo y nuestra salud. En 1985, una profesora de Harvard, Ellen Langer, llevó a cabo un experimento que demostraba que las personas pueden rejuvenecer. La profesora seleccionó a cien personas de más de setenta años de la zona de Boston. Las mandó de vacaciones durante diez días a un complejo que hizo decorar al estilo de los años cincuenta, una década en la que los sujetos eran mucho más jóvenes. Les puso música de aquella época, les mostró revistas y periódicos de esos tiempos y los hizo vestir como lo hacían por entonces. También les indicó que debían ¨actuar¨como si hubieran vuelto a aquellos años.

Les efectuaron pruebas físicas y psicológicas a todos antes y después de los diez días. Los resultados en cada categoría mostraban que habían rejuvenecido. ¿Qué había cambiado? ¿Qué restó años a su aparente edad? La única causa fue un cambio en su forma de pensar. Su mente subconsciente aceptó la idea de ser más joven.
Tu mente consciente establece tus límites. Cuando te deshaces de esos límites y dejas que tu mente subconsciente se haga cargo, puedes hacer cosas que creías imposibles. Hace cinco décadas, unos expertos explicaron en una serie de artículos por qué era imposible para el cuerpo humano correr la distancia de una milla (algo más de un kilómetro y medio) en menos de cuatro minutos. Todo el mundo, excepto Roger Banister, creyó que era imposible hacerlo en menos tiempo. Cuando Banister rompió la barrera de los cuatro minutos en 1954, otros corredores duplicaron la hazaña en pocos meses. ¿Qué había cambiado en esos otros corredores? No habían mejorado sus condiciones por arte de magia, ni habían modificado su forma de correr. ¡Habían cambiado su creencia! Ahora sabían que era posible hacerlo en menos de cuatro minutos y que si Roger podía, ellos también.

Vasily Alexeev, un levantador de pesas ruso de primer nivel, no podía llegar a levantar doscientos veintisiete kilogramos de peso, aunque habitualmente levantaba doscientos veinticinco. En 1974, su entrenador le gastó una broma para hacer una comprobación. Puso doscientos veintisiete kilos en la barra y le dijo a Vasily que había doscientos veinticinco. Convencido, la levantó como de costumbre. Cuando el entrenador le dijo el peso que realmente había levantado, su creencia cambió y fue capaz de volver a hacerlo en competición.

Que un atleta entrenado consiga levantar doscientos veintisiete kilos no impresiona tanto como que una madre presa de un ataque de pánico alce un coche que ha caído encima de su hijo. ¿Cómo puede hacerlo? Muy sencillo; porque en estado de pánico su mente consciente se deja de lado y no puede decirle que es imposible. Tiene un subidón de adrenalina y simplemente lo hace. Había oído contar este tipo de relatos a terceros, y en el periódico Phoenix Gazette publicaron una historia similar. Describían un incidente en el que un mecánico levantó un coche que había ido a parar encima de dos amigos suyos después de que se soltara del gancho del remolque. También los ayudó a salir de debajo del coche mientras lo sostenía encima de las rodillas.

Estos son solo algunos ejemplos demostrativos del poder de la mente subconsciente, de tu mente subconsciente.

HARRY W. CARPENTER.

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