miércoles, 22 de abril de 2015

EL SECRETO DE LEONARDO DA VINCI.


CAPÍTULO XXI

Umberto se sorprendió cuando vio que Violeta estaba ya en casa, era la primera vez que llegaba tan temprano.
-Hoy he salido a las seis -dijo alegre.
-A nosotros se nos ha hecho un poco tarde.
Se besaron. Lo mismo hizo ella con su hijo mientras Umberto se quitaba el abrigo.
-Toda la tarde música...¿Te lo has pasado bien?
-Muy bien, mamá.
Violeta sonreía feliz, tendría que repetir el salir más temprano del trabajo. Un rato antes, la agradable visita del señor Kipling y, ahora, todos juntos ya en casa. Se sintió satisfecha y volvió la mirada hacia Umberto.
-Tienes una mancha en el pantalón -dijo acercándose, fija la mirada en el punto.
Umberto bajó la cabeza y buscó.
¨¡Maldita sea! ¡La mancha del bóxer ha traspasado!¨.
El sitio era delator.
-Pues no sé -intentó contestar con naturalidad, pero el vuelco se había producido ya en su interior.
-A ver...
Violeta metió la mano en el bolsillo, bajó la cabeza, y atrajo hacia su mirada el tejido con la mancha húmeda, perfectamente redonda, del tamaño de una moneda de veinticinco centavos.
-No creo que se quede -dijo finalmente, y se giró para ir a la cocina-. Me voy a hacer un sándwch, ¿tú quieres?
-No, no me apetece, gracias -contestó con la inseguridad todavía en el cuerpo.
Violeta desapareció sin ver la palidez del rostro de Umberto, que se quedó durante un instante pensativo mirando a la nada. Respiró profundamente y pareció volver en sí. Fue en ese momento cuando vio a Paolo que lo estaba observando fijamente, muy serio, con la cabeza levantada. Los dos se miraron durante unos segundos, finalmente fue Umberto que desvió la vista y se marchó a su dormitorio.
Mientras se cambiaba volvió la visión de Elodie, su cara sobre el cojín, de lado, entre el placer y el dolor, el hoyuelo que se le formó en la mejilla. La imagen de Violeta suplantó su rostro en aquel momento. Menudo susto.
Recordó:
¡Uff!
Quiso escapar. Ella pudo notar perfectamente cómo su pene se retrajo y supo de inmediato que existía un problema.
-¿Te ocurre algo?
Umberto no contestó. Se echó hacia un lado recuperando la respiración e intentando olvidar la imagen de Violeta.
Elodie no le ayudó cuando se le acercó abrazándolo por detrás. El cuerpo de ella le resultó extraño. Necesitaba estar solo.
-¿Estás bien?
Estaba que no sabía cómo estaba. Extrañado consigo mismo, no se reconocía. Tampoco le iba a decir a Elodie lo que le acababa de ocurrir; pero el que estaba tumbado en la alfombra, desnudo, con una persona abrazada por detrás y que no era su pareja, era él. Nunca había pronunciado esas palabras de ¨ … y me entrego a ti y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida... ¨, con las manos de la amada tomadas. De hecho, ni Violeta ni él llevaban alianza, nunca habían hablado de fidelidad, Umberto nunca se lo había planteado. Vivía su relación como si nada ni nadie pudieran interferir o meterse en medio. Ninguno de los dos, en apariencia, era celoso. Al menos él no había tenido el más mínimo motivo para serlo. Se sintió como si realmente hubiera faltado a la promesa más importante de su vida, a esa que nadie le había exigido, salvo él consigo mismo. Necesitó deshacerse del abrazo de ella, que permanecía detrás en silencio, a la espera de que él se decidiese. Se volvió y la besó por obligación.
-Lo siento, se me ha hecho tarde, me tengo que marchar.
-Bien.
Umberto cogió el bóxer para ponérselo.
-¡Maldita sea!, se ha manchado. -La imagen de Violeta apareció de repente.
Elodie se sentó sobre la alfombra y abrazó un cojín...

Elodie calló, era inteligente, no le volvió a preguntar. Sabía que lo que le hubiera ocurrido tenía que ver con otra relación. No le había dicho nada, pero sabía que existía. Se nota cuándo un hombre tiene una mujer a su lado, y cuándo no. Él solo debía confirmar su camino, ese que le había llevado hasta ella. No creía que estuviera realmente enamorado de su pareja, de haber sido así no habría ocurrido. Estabs convencida de que la relación mantenida entre ambos había sido sincera, de eso estaba completamente segura. No fue saciar una necesidad biológica, había sentido cómo se compenetraban sus cuerpos y sus sensaciones, los sentimientos, la necesidad de entrega. Algo mágico que esperó durante mucho tiempo encontrar en la persona adecuada, ese era Umberto. No buscaría obligarlo, lo que tuviera que ocurrir que fuera de forma natural, como había sido su relación, en kla que le mostró cómo era ella por dentro y por fuera. Quería ante todo que él decidiera y actuara libremente, si no, la relación no tendría sentido.
Sin embargo, en la cabeza de Umberto todo era un enorme lío.
Ya en el metro, de camino al colegio para recoger a Paolo, comenzó a justificarse a sí mismo. Lo ocurrido era lo que el cuerpo le pedía, pero no lo que él quería. Las cosas con Violeta no iban bien. De alguna forma se habían acomodado dejándose llevar sin solucionar esos problemas que minaban su relación. Ya no era fluida, contándoselo todo, al menos él. No había podido hablar con ella de su frialdad, de cómo pasaron de todos los días cuando quiso quedarse embarazada, era insaciable..., cualquier excusa valía, a una vez o dos al mes..., con suerte.

ANTONIO BUSTOS BAENA.

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